LO UBUESCO

(acerca del poder grotesco, o de lo grotesco del poder)


La soberanía grotesca o ubuesca: un homenaje a Alfred Jarry y a Michel Foucault 

Si el poder está en todas partes, por donde haya poder, habrá resistencia (Michel Foucault)

El 10 de diciembre de 1896 se estrena en París la obra de teatro que será vanguardista en cuanto al teatro del absurdo, Ubú Rey, su autor Alfred Jarry presenta al rey Ubú como un rey grotesco, símbolo de la codicia, ignorancia y arbitrariedad. Al término “ubuesco” se lo considera sinónimo de aberrante, absurdo y ridículo. Y Jarry también le inventa al rey Ubú el lenguaje patafísico, un lenguaje destructor que, a su vez, proviene de la Patafísica: la ciencia de las soluciones imaginarias.

Así fue, que el adjetivo “ubuesco” fue incorporado en 1922, y recuerda al personaje de Ubú Rey para calificar lo grotesco, absurdo o caricaturesco, lo “ubuesco” es aquello que se parece a Ubú por un carácter cómicamente cruel, cínico y cobarde a ultranza. Un siglo después, y en los años que llevamos estudiando a las agencias del control social penal, las figuras del rey Ubú y del lenguaje patafísico son un lugar común con el que nos encontramos con irritante frecuencia.

En su clase del 8 de enero de 1975 en el Collége de France, Michel Foucault (2000:25-27) hace especial referencia a aquellos discursos, algunos con pretensión de saberes, que se presentan como discursos verdaderos pero son en sí mismos, en sentido absolutamente estricto, grotescos. Y agrega:

“(…) calificaré de grotesco el hecho de poseer por su status efectos de poder de los que su calidad intrínseca debería privarlo. Lo grotesco, o si lo prefieren, lo ubuesco no es simplemente una categoría de injurias. El terror ubuesco, la soberanía grotesca refiere a la maximización de los efectos de poder a partir de quien los produce: no es un accidente del poder, una avería de su mecánica (…) es uno de los engranajes que forma parte inherente de los mecanismos de poder (…)

El poder político, al menos en ciertas sociedades, en todo caso en la nuestra, puede darse y se dio, efectivamente la posibilidad de hacer transmitir sus efectos, mucho más, de encontrar el origen de sus efectos en un lugar que es manifiesta, explícita y voluntariamente descalificado por lo odioso, lo infame o lo ridículo (…) Lo grotesco es uno de los procedimientos esenciales de la soberanía arbitraria y también es un procedimiento inherente a la burocracia aplicada”.

Es evidente que el sistema penal es un observatorio privilegiado del poder ubuesco; se trata sin duda de aquel lugar en nuestra sociedad donde este tipo de poder se encuentra, claramente representado.

Al mostrar explícitamente al poder como abyecto, infame, ubuesco o simplemente ridículo, no se trata, creo, de limitar sus efectos y descoronar mágicamente a quien recibe la corona. Me parece que, al contrario, se trata de manifestar de manera patente la inevitabilidad del poder, la imposibilidad de eludirlo, que puede funcionar con todo su rigor, y en el límite extremo de su racionalidad violenta, aun cuando esté en manos de alguien efectivamente descalificado.

Pensamos inevitablemente en los servicios penitenciarios, en sus estructuras, sus jerarquías, sus funcionarios (penitenciarios y “civiles”), en cada uno de los profesionales que hacen posibles dichas maquinarias de ubuesca crueldad. Pensamos en las policías, donde la administración de violencia y muerte es un grotesco parte diario. Y pensamos en la institución judicial, protagonista y autora responsable de producción de impunidad y del grado quizá más elevado del lenguaje patafísico. En definitiva, al sistema penal en su conjunto, que tanto nos recuerda a la Patafísica: la ciencia de las soluciones imaginarias.

En esta sección entregaremos algunas muestras y pinceladas de los innumerables pequeños reyes Ubú con (y contra) los que nos topamos a diario, en medios de información pública así como en nuestro trabajo de investigación. Así, dedicamos especialmente este espacio a Alfred Jarry y a Michel Foucault, ambos nos enseñaron que aquellos discursos y prácticas del poder que dan risa, a veces, matan.

Alcira Daroqui

Bibliografía FOUCAULT, M. (2000). Los anormales, Buenos Aires: Ed. FCE, pp.25-27.

MARZO 2019

Vidal y los candados

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ABRIL 2019

Las cárceles de Mendoza y la felicidad

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